La Educación religiosa, tiene por objetivo esencial, el presentar al alumno la realidad de un Dios que le ama y quiere lo mejor para él, ahora bien, una vez conocido este amor, o mejor dicho una vez interiorizado y comprendido este amor, el alumno es inducido al encuentro de Fe con Cristo, en la medida que descubre y hace suyas estas realidades, y se reconoce a si mismo como el principal protagonista de la historia de la salvación, encontrando su realización personal plena en esa amistad con Cristo y en la construcción de la civilización del amor. Cuando asume este compromiso es capaz de asumir su misión en el mundo y en el momento actual.
Ahora bien, ¿los estudiantes realmente aprovechan las enseñanzas que se les imparte en clase? – particularmente creo que si, todo depende de la forma como se llegue a ellos, no se trata de instruir sino más bien de orientar y formar, de esta manera se logra que los alumnos se interesen en los temas que se tratan cada día en clase, y es que alcanzas a ver en ellos deseos de saber, de conocer, de cambiar, de poner en práctica todas aquellas cosas que son necesarias para ser mejores. En niños y jóvenes hay firme y sincero deseo por encontrar la verdad, el problema es quien y como se la hace llegar.
Es obvio, que no basta con lo que se dice en clase, también es importante, el como se dice, me refiero al testimonio de vida del docente, junto a esto, también es importante que lo trabajado en clase sea reforzado y de alguna forma puesto en práctica en casa, el problema surge cuando tal vez en el hogar, los padres no apoyan, no animan a sus hijos y lo más triste de todo, cuando no son testimonio de vida para ellos, a todo esto se une el hecho de que estamos viviendo tiempos de indiferencia religiosa, tiempos de un acentuado hedonismo y consumismo, que lejos de ayudar al ser humano le alejan del verdadero sentido de su vida.
Es por ello que se hace necesario educar en la fe, desde pequeños a los hijos, no podemos exponerlos a situaciones como las que acabamos de mencionar, resulta por tanto evidente decir que la verdadera vida cristiana nace en el hogar, recordemos que son los padres los primeros y grandes educadores de la fe de sus hijos, la educación religiosa, tiene como fin último el encuentro del educando con Dios, a través del descubrimiento y mayor conocimiento de Cristo. Ahora bien, si el hogar cumple su parte, luego la escuela completará esa formación. Se entiende entonces, que resultará fácil ir logrando repuestas positivas de parte de niños y jóvenes, si desde pequeños nos preocupamos por formarles en la fe, esto en algunos casos traerá consigo el surgimiento de vocaciones, que a Dios gracias las hay, porque hay hogares cristianos así como maestros cristianos que con su testimonio de vida van cultivando el espíritu cristiano de sus hijos y alumnos.
Lo lamentable de todo esto es que no todos los hogares, ni todas las escuelas se preocupan por brindar una adecuada educación, pensamos que educar es tan solo transmitir conocimientos, para lograr que la persona alcance sus metas profesionales, pero olvidamos que el ser humano aparte de esas metas profesionales busca alcanzar otras metas que tienen que ver no con los conocimientos adquiridos , sino más bien con su ser personal, es decir sentirse bien consigo mismo, hallarle un sentido a su vida, en suma lograr ser feliz, es esta parte del ser humano, que se descuida mucho, no es muy bien atendida por decir lo menos, al respecto todo seria distinto si junto a esa preocupación por atender lo cognitivo, del mismo modo concediésemos su real espacio a lo afectivo.
Hay una frase bien cierta que dice: “Nadie da lo que no tiene”, si no tengo claras mis ideas de lo importante y valiosa que es la vida, es bien difícil que pueda ayudar a otros a clarificar la suya, si no he aprendido a amar, resulta imposible enseñar a amar a otro, si no tengo a Dios en mi vida, es bien difícil que pueda comunicarlo, podré tal vez teorizar el tema de Dios, pero lo que en verdad se quiere es personas que tengan bien en claro quien es Dios en su vida, para luego poder darlo a conocer a los demás a través del testimonio de su propia vida.
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